A mi abuelo Jesús ángel.
Allí en la vasta penumbra un millar de cenizas en un cofre, tomando su último dormir profundo.
Más te digo ¡levántate! como a un Lázaro de su gruta. Arriero sin sandalias con tu tabaco y tu carriel, caminemos cuesta abajo por el camino agrietado, esta ruta empedrada.
En este amanecer en donde se friccionan el negro y el azul por donde pasea sigilosa la neblina. Mientras el paisaje se metamorfosea como lo vieron tus ojos por vez primera. Y en nuestro largo caminar, descansaremos al lado de un ciprés. Yo lavaré tus pies abuelo y tu me ofrecerás un poco de pan. Aún el camino es largo, hasta que nos difuminemos en el horizonte.
Y en nuestro largo transitar, coleccionaremos recuerdos mutuos en este viaje a otras tierras, a otros paisajes con sus extensos ríos.
Como cuando estabas vivo y me mirabas con tus ojos expresivos, relatándome con tu voz cuanto han visto tus ojos pequeños, aventureros, laboriosos. Querido abuelo.
© D. Valencia. Reservado todos los derechos de autor.