No dejes que los vientos
se tú la amada diosa
quien diga la verdad
No dejes a mi vida
en la “penumbra vaga”,
camino de la sombra
que le den este final.
Es tanto lo que lloro,
es tanto lo que gimo
que las más duras piedras,
socorren mi dolor.
Endulza mis cabellos,
pirámide de mi alma,
orillas de mis sueños,
canción de mi soñar.
Las huellas que te dejo
en estos versos míos,
son besos de espuma,
que siempre te he de dar.
Aquí en esta playa
sentado estoy muriendo,
aquí quedan mis llantos
por nuestro bello amor.
¡Oh, perla de mis mares!
¡Oh, mar de mis amores!
¡Oh, playa de mis ojos!
¡Rincón de mi dolor!.
Que flujos y mareas
se agolpan en mi barca,
que tempestad tan cruenta
me azota el corazón.
Oh, dulce selva mía
ya veis la mía pena,
ya veis el alma mía
que muere de ansiedad.
¿Si está pidiendo vida?
¿Por qué, dejáis que muera?
Pues vengan las palomas,
gacelas de los bosques,
y arcángeles del cielo
a darme esos consuelos
por el dolor de amor.