Quiero escribir. Escribir de las serpientes del sueño que al despertar, nos infectan de olvido. Y nos hacen desfallecer bajo las sombras de falsos recuerdos, en los que nos amparamos para vivir.
De los zapatos rojos que perecen dentro de los charcos de lodo. Pero cuando miramos su reflejo desde el cielo, quien los usa jamás había estado tan feliz. Porque corría detrás de alguien, que la abanicaba de cualquier otro día de paraguas abiertos dentro de la casa.
Si tan solo. El corazón se sepultara dentro de sí mismo, se enterrara vivo y escarbara con tanta fuerza para que el muerto que lo encierra, se entere de que aún existe, de que todavía sirve para algo.
Y la lluvia, de la que hablamos como si fuera la célula de toda tristeza y no el átomo de la verdadera felicidad, se hiciera eco de sí misma, para mojarnos siempre desde su espectro.
Porque yo quiero. Yo quiero algo que está dentro de cada palabra. Y la palabra es solo la manera en que nombramos el vacío del deseo en la conciencia. Así más o menos, o en viceversa.
Quiero no odiarte. O amparada en la tranquilidad de los lugares comunes en que vivimos la poesía, decirte con palabras exactas: Quisiera amarte menos.
Simplemente, no amarte. Así cada sendero de ausencia, de esquiva alegría en la que resumo mis anécdotas, en los momentos de recordarme, no tendrían motivos para salvarme. De mí misma. De mí misma, lo admito.
Pero, el \"rostro de vos\" subyace en mi boca. Y mira con sus ojos a la soledad con tanta ternura, que la soledad se sabe apenas una niña y como la niña que es, se queda callada, se arropa sola y hasta cree en la oración que reza para dormirse. Se duerme. Puedes creerlo? Se duerme realmente.
Yo me callo. Ah, bendito amor. Bendita manera que tiene el odio, que nunca es odio, de emigrarnos desde el abismo y hacer que creamos que existe la magia o un péndulo benévolo, esperando en la orilla de un nosotros.
Mientras... Así, con la esperanza cayendo desde la flecha del agua, hasta las memorias acumuladas como polvo y hojarasca; seguiré esperando para ensuciarnos en todos los charcos que encontremos. Cuando estemos juntos.