Aún es tierna la luz, pero hay un ángel
que nos venda los ojos y escribe en tinta azul
palabras minerales.
Amanece.
¿Quién ha puesto bengalas glaciales en los sauces?
¿Quién salpicó de espuma la catedral del tiempo?
Entre columnas verdes viene un aire
que repite tu nombre,
el sol
anda despacio
con un traje de nácar por tu cuerpo
y hay un río que asciende silencioso a la quietud de los pájaros.
Te he traído hasta aquí desde las noches piratas en que se habla
el lenguaje salvaje de los tordos
y es el día
primero de tu sed y tu bautismo.
Si hueles a madera es que están cerca
las llamas de una isla
y han venido por ti, sin detenerse
en los bosques de hielo donde suena la música
de las flautas fluviales y es el mar
quien incendia la paz de los jardines etéreos.
Te he traído hasta aquí porque no hay sitio más lindo
ni hay instante más amplio que esta luz
que nos entra hasta adentro
y es la misma
que nos hizo reír, llorar, reír cuando los álamos
cumplían quince años,
la misma
que hoy encuentro en tus ojos y me quema los labios cuando intento
decirte
que te amo.