Verónica
No sólo te vi nacer,
no sólo te vi crecer,
te di hogar y escuela;
sino que hasta en Daniela,
como padre, te engendré.
Si... yo te hice...
con tu madre y con Dios,
y fue un acto de amor;
en realidad no te hacía,
sólo fuiste el resultado
de mi estado: Enamorado
... y también de mi pasión.
Fuiste la primera, hijita,
que en mis brazos acuné;
la historia luego cambió
y aunque mi hogar fracasó,
tú sabes y yo lo sé,
que veinte años no es poco;
mucho fue lo que te amé,
no sólo a ti, sino a todos;
triunfo o fracaso, un tiempo
gozamos, de todos modos.
Sé que mi verso es triste,
que no brinda alegría;
mas, peor aún sería
el silencio sepulcral,
en el que estuve sumido
contigo y con los demás.
Vamos a continuar viviendo,
sólo Dios dirá si no,
ya poco es lo que pretendo,
lo que pasó, ya pasó...
yo seré vuestro recuerdo...
ustedes son mi dolor;
si no está bien lo que pienso,
corrígeme por favor.
Como quisiera decirte,
que hay muchas cosas que siento,
que haberlas hecho indujeron
a caer en un error;
las razones que yo tuve,
aunque muy justificables,
no todas fueron loables,
y arribamos al horror
de romper lo más preciado
(lo que está hecho, está hecho),
¡Pero aquello que rompimos
fue al mismísimo amor!
Ahora que ya pasó
todo ese lío del divorcio,
y que el tiempo a alguna herida
que otra cicatrizó,
y que ya se comprobó
que esto es definitivo;
te aseguro que es lo peor,
que no hay nada más terrible,
que después de hacer la vida,
una familia, un hogar;
por cuestiones de envidias,
celos, plata u otras varias,
¡todas ellas secundarias!,
despreciamos lo mejor...
Y no hay nada que más valga,
que el hogar y el amor
(excepto Nuestro Señor,
¡al que hay que adorar!)
Gracias a que hay un Dios,
que nos ama y nos perdona,
mi alma no desmorona
y me puedo explicar,
que lo que debió pasar
tal vez fue inevitable...
¡Mas, un desastre tan grande,
siempre es posible evitar!
... Si no se fuera orgulloso,
... Si el “yo” no pesara tanto,
si se atendiera al llanto
de los que quedan sin padre...
Si se pensara en los otros,
renunciando a uno mismo;
¡Así enseñó Jesucristo
que nos deberíamos amar!
Y no tanto criticar,
sino que es mejor dar
que recibir, (¿lo “tomás”?)
Y no hay filosofía
que ahogue los sentimientos
y la más linda teoría
queda sólo en un intento,
cuando las manos se enfrían
por no acariciar... y esos
besos que ya no damos:
¡Nos queman hacia adentro!
No matemos al amor,
obedezcamos a Dios
y por más grande que sea
el dolor que te aflija,
te estoy invitando, hija:
¡Amémonos tú y yo!
Escríbeme, si es que puedes,
tal vez, pronto los visite,
quiero besarlos a todos
y entrégales mis saludos,
los apreciarán, estoy seguro
(aunque sea a regañadientes),
... ¡y contéstame esta carta,
anímate, sé valiente!
... De algo estoy consciente,
y es, que en el Reino de Dios,
estaremos tú y yo
y el resto de la familia,
en el gozo del Señor
¡y en amor, eternamente!
(Y si comenzamos ahora,
va a resultarnos mejor...)