El proctólogo afano examinaba
a una paciente de lo más atractiva ,
cruel hemorroide la vida le amargaba
y del tacto rectal algo aprehensiva.
El galeno puso todo su esmero
y ella, aunque dolor no sentía
dijo: doctor, que eso no es mi trasero
a lo que él respondió con simpatía
esté tranquila, tampoco eso es mi dedo.