¡Oh! Madre
Tu trabajo es de cincel y martillo
y no tienes descanso puliendo a los tuyos,
más el sustento se vuelve urgente
y el quehacer de la casa te reclama.
¡Oh! Madre abnegada que del arado vienes,
¿Quién sabe de las penas que traes a cuestas?
¿De las necesidades e incomprensiones?
Y aun así en el trabajo sonríes.
Eres valerosa y crecida en belleza.
Fuiste hecha en los sueños y en las ilusiones
junto a la esperanza,
por eso y por tu abnegación maternal
el cielo te confió el porvenir de la Patria.
Que los céfiros entonces entonen la musicalidad
junto a las rosas que engalanan tu hermosura,
para que lleguen a tu alma armoniosas
las estrofas de la naturaleza inmortal.
¡Oh! Madre, así eres tú para mí,
eterna como la luz divina.