La derrota nació en mis pezones lamidos
por la sangre viperina
perdida
de una mujer distinta
que da de comer de noche
que no temen los tímidos.
Magullada en el convento
una luz que escribe en el papel sepia
del infierno,
grumo azul botado en la faringe,
lama terca entre sus piernas deseosas de tu aroma
y sargazo hundido en el mar
donde renazco huesosa,
lacio pétalo,
soy otra mujer.
Granuja granjeándose la confianza.
Vacilante flecha en el ceño caritativo.
Pulla y recelo de las palabras tiernas
en la oreja cubierta del sombrero.
Levanto la túnica sombría para ti.