Tú que bello eres sin ser hombre ni mujer,
Que bello guardas tantos recuerdos de millones de vidas anteriores,
Y que a modo de portal emanas aquella inconmensurable eternidad;
Esta noche estrellada, al consumirse mi cigarro en la oscuridad de mi alcoba
Te observo sin saber porqué. Te observo desorbitadamente
Y entonces comprendo cómo tu inteligencia se torna inmensa ante mis ojos,
Los cuales acaban de volver de un mediocre, incierto ensueño.
Tú, que hermoso no dejas de estar; y tan sólo estás.
Paciente ante cualquier cambio, sutil y oculto dentro de tu cristalino lenguaje.
Sé que eres quien no guarda rencor por más azotes que recibas,
Por más que marchiten, quemen o demuelan tu ser,
Casi inmutable no cesas de renacer y deslumbrar en forma homogénea, sabia.
Y que tu vulnerabilidad es resistente, firme y allí sigues estando: permaneces,
A través del tiempo. De las vidas. De la energía, las estaciones.
A tí, sabio habitante de este fragmento cósmico que conmigo hoy compartes,
Te venero y veo nuestra semejanza, mientras me acompañas en esta larga noche.
Mas conciente soy de que es mucho lo que me resta para llegar a tu magnificencia, tu sutileza, tu constante emanación y recepción abiertas de amor hacia el Todo.
Respetándote doy gracias a tu llegada e intercambiando el idioma del Universo concluyo este instante de escritura…