RICARDO ALVAREZ

1- REINVENTAMOS EL FUEGO

 

Supe que debías resbalar la cornisa

para morir en tus propias gravedades.

Debías conocer el frio mármol

para valorar el ardor de mis manos.

Enterrarte en el cementerio de almas

para emerger con resaltantes lentejuelas,

adelgazarte en laberintos citadinos

de confusa lengua babélica

para pronunciarte en nuevo idioma de lengua.

 

No fue sentimiento de abandono

sino profundo amor de bárbara dulzura.

Rebasaste la mansión enlutada de rosas

arañando con garras leonas

los muros que encadenan las bestias del amor.

 

A tu lado yo, hombre de habla silenciosa

atento al estallido de tu sangre en la fosa

sin que llegaras al martirio de la ausencia.

Hilvanamos corazones en ligaduras

cuando caminabas la senda del fuego,

titubeante, temerosa en la soledad de las islas.

 

Te aguardé en singular para amarte

y conjugar un verbo plural con nosotros.

Nosotros,

rocas de un castillo cosido por un sastre

barriendo la pelusa del agobio,

lavando adjetivos de oprobios recíprocos.

 

En la lejía de los pórticos éramos presencia

de cálidos adjetivos en geometrías.

Con las manos del talabartero

tallamos en nuestros cuerpos signos de ambrosia.

Con tesón agricultor sobamos harina en las etapas del trigal y

en las palmas cantaban voces intimas de jaleo universal.

Construcción del paladar, dos bocas reinventando el fuego.

 

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