Tienes la mirada distraída sin saber hacia dónde dirigir tu atención.
Me miras y crees que no lo sé, pero sé que piensas lo mismo que yo;
y que te encuentras ignorando tus sentimientos como lo suelo hacer.
Pierdes dirección porque es más fácil quedarse perdido y ser encontrado,
que encontrar por ti mismo el motivo de ser, de estar allí.
Estoy segura que no harás nada así como yo tampoco haré nada:
hacer que te acerques a mí.
Alzarás el vuelo y seguirás viajando a nuevos horizontes,
aterrizando en tierras desconocidas. Y yo haré lo mismo.
Porque no quiero perder lo que he conseguido contigo, y tú tampoco.
Tú supones que te observo cuando no me ves,
porque también lo haces tú cuando no te estoy observando.
Y no viene al caso pensar en mí cuando no estoy allí,
o pensar en ti cuando tú no lo estás.
Pero cuando nuevamente me ves te detienes a pensar
durante medio segundo, al igual que yo:
¿por qué yo no? ¿por qué tú no?
¿Por qué no una historia de ambos?