Esclavo tuyo soy, nunca me quejo
Porque tu dulce encanto
Es para mi prisión límpido espejo
Que purifica el llanto
No de tristeza sino de alegría
Que de mis ojos brotan
Por ser prisionera la vida mía
De yugos que no azotan.
Bendigo con pasión y gratitud
A quien grácil raptóme
Para someterme a su esclavitud
Y en su dueño tornóme.