A MI MADRE
Veo los días pasar, deseando un por siempre y son estas horas vacías cuando te haces presente, hábil, susurrando despacio en este pasar lo que pudo haber sido aún nuestro tiempo. Lugar donde no hay despedidas, ni marchas, ni ausencias; solo besos constantes, canciones, bailes, entregas y un sin fin de alegrías.
E inundas la habitación de aromados Te Quiero, con palabras de un nuevo alfabeto al que solo le bastan las miradas y los recuerdos que sacian la sed de caricias.
Y es en esta angustia de estar sin ti que de a poco, como la gota de agua constante, va horadando la piedra, así me horadas el alma, vacía de regazo para el descanso, para llorar, para encontrar esa tranquilidad del corazón que necio te extraña. Sin un sitio para este amor que me florece en el alma y que no tengo a quien entregar, solo al silencio que secuestra tu voz y que te niega pronunciar mi nombre.
Es de noche Amada mía y a lo lejos aún brilla mi esperanza de que al dormir habré de encontrarte en mi sueño y en su onirísmo ese siempre se hará realidad, en esa luz que irradias para mi a la distancia y en la sombra del agua, donde se yergue orgullosa tu figura en un cielo de luna embriagada de tu fragancia y la piel untada de tu amor; sonrojada.
Remojada en los vinos de los soles que alguna vez nos conmovieron entre versos, tendidas a la hierba sin un reloj presionando el correr de las horas. Extrañas y conocidas de siempre, con vidas imaginarias o verdaderas, pero siempre distintas a las de los demás, recorriendo caminos juntas, senderos y veras, estrechando esos lazos de amor y amistad a lo largo de este hermoso país.
Hoy nos encontramos aquí, sin tiempo, sin sufrir; pero con el orgullo de nuestro andar por nueva ciudad, por nuevo rumbo, sin miedos y sin extrañar raíces, terruños o cuerpos. Porque estás aquí, como siempre, latiéndome eterna del lado izquierdo del pecho, muy dentro de mi...
Tizzia Holwin
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