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La planta de la Suerte.

Cuenta una leyenda que, hace mucho tiempo, había un reino de lo más común.

El rey, la reina, incluso la princesa, eran de lo más común. Las plantas, flores, los súbditos, los animales, todo, era de lo más común.

Un día, el Rey propuso un reto, y por ser de lo más común, usando de las palabras más comunes, casi nadie prestó mucha atención, excepto un joven, cuya apariencia también era de lo más común.

El reto consistía en que el primer súbdito que trajera algo muy original, fuera de lo común, podría proponer casamiento a la princesa.

El joven, que ya se había enamorado de la princesa, como es común, fue en la búsqueda de un sabio, muy común en aquél reino.

El sabio, entonces, le dio unas semillas de una planta de lo más común. No era una rosa negra, ni una orquídea fantasma. Al entregar las semillas al joven, le dijo:

—Estas semillas son de lo más común. Sin embargo, debes plantarlas de una forma muy especial, tratándolas con cariño, y creyendo que tu sueño de amor se realizará. Hágalo solamente en la noche anterior a su entrega al rey.

Por ser una planta común, el joven podría desanimarse, como es común, sin embargo siguió el consejo del sabio. En la noche anterior del día pactado, plantó la semilla común, pero su corazón estaba lleno de esperanza, fe y amor.

Algunos se habían presentado frente al rey con sus plantas, flores, incluso árboles, pero todas ellas eran de lo más común.

Al presentarse el joven, éste destapó cuidadosamente la simple planta, frente al rey y a la princesa.

El rey exclamó entonces:

—Si es un simple trébol!

Aquella exclamación llamó la atención de la princesa que observó cuidadosamente la simple planta.

—No, papá —interrumpió la princesa—, no es un simple trébol, este es especial, míralo!

En efecto, el rey observó que no era un simple trébol de tres hojas, sino que había cuatro hojas en cada tallo de la simple planta.

Fue un acontecimiento extraordinario, en aquél reino de lo más común y el joven y la princesa, enamorados, se casaron y como es común, fueron felices para siempre…

Desde entonces, se cree que la suerte es simplemente una planta que cultivamos en el corazón que vive con esperanza, fe y amor.