AUSENCIA
Ya no está la mujer que paraba el amanecer,
que sonreía a la lluvia tibia,
que cuando besaba paraba el corazón;
Sus besos eran tan fragantes y suaves.
Delicada su mirada emulando una llamada.
Ya no están sus manos blancas,
que posaban sobre el rostro triste.
Ha ido seguramente para siempre.
No está la que llamaba al arco iris
a dibujar en el cielo nuestro nombre.
Ni al canto de las aves para escuchar,
solo nosotros, al perfumado atardecer.
Se ha ido y llevó con ella el cofre;
mi sonrisa y quedó solo un dibujo
de la alegría al verla venir.
También llevó todos los besos
que tenía guardados solo para ella.
Llevó la esperanza de morir juntos.
Me iré solo, tan solo, a esperarla,
en el infinito de los tiempos.