Centro de Aguascalientes,
día veintidós del otoño.
El espíritu de los libres baila con el domingo
en el jardín de la plaza.
La tarde, en su estuario rojizo hacia la noche,
Deshoja malvones blanquirosas sobre las ondas del viento.
Don Picacho, abre sus ojos octubrinos;
Contempla el despeñe de esa mortaja
Y regresa al sueño de la Asunción.
Catedral cubre su frente cantera de velo sombra;
Su cuerpo se alinea sobre el perfil del ocaso.
La entraña broncínea, de voz novohispana, en cada torre,
Repica historias en la fe de los libres,
En la visión de la excedra .
En el zócalo, la bandera ondea augurios de lluvia.
La boca de un palacio
espera esa sandía de semilla Aguilar-serpentina.
Redoblan tambores.
Luisillo, sienta la apatía frente a los honores,
Escucha cajas y latón desnudar el asta:
Desea izarse,por el cuello,
a media lanceta en nombre del vacío.
LLeva un morral con la línea de un cadalso en nudo.
LLeva una lista de culpables.
Lleva esa decisión infranqueable.
Se cerciora de que no les hayan salido alas
Como a su fe.
Temisa, lleva en el cajón de una guitarra esperanza al vacío.
Una parábola desfiguró su cara de indiferencia rabiosa
(Le crecé una de entusiasmo como Lantana en el trópico ):
“Existía una aldea. Nunca tenía sol.
Una montaña le hacía sombra.
Niños crecían raquíticos.
Un viejo se fue con una cuchara.
Le preguntaron:
-¿ A Dónde vas?
-Voy a mover la montaña con esta cucharita.
- Nunca podrás.
-Sí, nunca podré, pero alguien tiene que comenzar.”
Dice esa historia
después de dos canciones de protesta contra el suicidio.
Algo se estruja en la historia de Luisillo:
Quizá fue la imagen del cuento,
quizá la cuentista y su boca de guerra,
La influencia de su piel, o su tono de confianza;
Quizá el pretexto para no morir esa noche:
Desiste,
mientras la lluvia acelera el paso de los libres y la oscuridad.
La plaza solea de abandono,
Sólo las palabras de Temisa, rondan la noche de Luisito.
La plaza pudo haber estado más sola con un cuerpo – bandera
Sin embargo, vagará libre un día más,
recordando unos labios de guerra por acechar:
A Luisillo lo rosó una semilla.
Un roce de semilla no florece...¿o sí?