Tan experimentado en dolores,
aturdido de encarceladas soledades
siguen tan intensas,
ataviadas de pena
y orejeras olvidadas.
Tan difamado el descrédito de mi Libertad,
sin que nadie venga a regalarme Nueva York,
nadie que venga a sanarme
obligándome a morir en
todas mis noches rotas,
en cada desconexión de mi Alma,
en cada chantaje de mi ausencia.
Soledad,
túnel pétreo,
caminar lento y enraizado,
brecha insaciable y oscura,
hambre traicionada de dignidad.
Soledad,
inerte, pósate en mí,
emborráchame de pena,
sin la agresiva desdicha del vacío,
sin el moribundo olor a final maltrecho,
prestándome una secreta esperanza
que no veo
pero que se queda.
Tan aturdido,
tan indigno.