Puedo pensar que ya no te amo.
Que la lejanía ha inventado para mí alguna cura.
Pensar que en mi frente
Se han borrado algunas letras de tu nombre
Y que ahora llevo inscrito el vocablo “muerte”.
Puedo pensar que te has perdido
En la página de una vasta biblioteca
Y que la lluvia ha dejado de ser
El cetrino símbolo de tu presencia.
Sentir que la noche y el día
Ya no son una cosa sin fecha
Y que tu olvido no deambula
Por mis labios y mi nombre.
Pensar, en fin, que hoy,
A cierta hora,
He dejado de amarte.
Lo cierto es que me engañaría
Aún eres la imagen pura
que resguarda mi contentamiento,
Eres esa magia sin verso
Que es tu sonrisa,
Y lo único que amo,
Y la curiosa muerte que implica
Decirte que te amo.
Eres mi tristeza que tiene la quietud de un rio,
La menguante esperanza,
Meyrink y su Golem,
El decálogo del perfecto cuentista,
La ternura que arrimaste a mis manos,
Y el precio infinito de mi corazón
Porque te contiene.