La vida es breve y se pasa
como si fuera un desliz
siempre buscando el barniz
de esa especie de melaza
que es el mundo. Y de aprendiz
hasta que el cuerpo se abrasa
pasa moviendo la brasa
caldeando muy feliz.
Voy de Valencia a Madrid
en el AVE ¡qué pasada!
ni un ruido, no se oye nada,
raudo como una perdiz.
Es un vagón de primera
no se ve la carretera,
la vida aquí es placentera,
-ya no existe el traqueteo,
que provocaba el mareo-
el tren se llama Adaliz.
Es un viaje confortable,
voy recostado en mi asiento
no se escucha a nadie que hable,
ni un suspiro, ni un aliento,
cada eremita en su ermita,
uno escribe, otro dormita,
pero dentro nadie grita
ni se oye un solo lamento.
El tren llega a su final
es un soplo un dulce acento,
como lo he visto, tal cual
lo he vivido te lo cuento.
Ya llegué a la terminal
me levanto en un momento,
justo el tren llegó, puntual,
al mismo ritmo que el viento.