Murialdo Chicaiza

CONFESION II

 

Voy tomando la vida como se toma el vino rojo

buscando caminos, observando la caída

del telón de este drama tan humano llamado mundo.

Agrietadas mis manos, de tanto  detener paredes

ciego casi, de tanto atisbar abismos y giros.

He luchado contra los dioses de la muerte

para intentar salvar la vida de esta debacle.

Me han dejado solo, los poseedores de la verdad

insolentes seres de rutina y de cartón prensado.

Cada uno tiene su verdad y me miran con desprecio.

No me queda más que limpiar mis lentes

Darme por vencido porque la realidad me ganó siempre.

Mejor debería salir a pasear por las tardes

Para ver si las flores en realidad siguen siendo

parte de los poemas que me negué a escribir.

O debería esperar los ocasos y el frío

las muchachas que salen de los colegios,

la visita al odiado dentista, pensar en el testamento

que no redactaré nunca, en los cielos que dejé de creer

intentaré entender al viejo Jung y sus arquetipos

imaginar a nadie con barba  en el centro de un mándala.

Qué más da, solo fui un lejano soplo que olvidó

un olvidado dios con cara de perro, un ídolo.