Considerandos de ciudad
Con la cabeza en otra parte, con el cuerpo
movido en automático por helio y por los músculos,
te enredas la corbata a un nuevo día,
te aceitas incisivos y molares,
te das un baño que no barre con tus sueños,
pero que limpia de crueldad tus largas lágrimas azules.
Así ciudad, así te vas durmiendo, derramando
en ordenes banales, en escritos
que timbras para que timbre el que autoriza
que los vuelvas a timbrar cuando no te quede más aliento.
Así, sin rendición más que en la cáscara podrida,
más que en el cuello torcido del que duerme en los andenes,
del que se ahoga entre los ríos de la muchedumbre solitaria,
tú vienes, tú te vas como el ir y venir de los taxistas,
que ni llevan a nadie ni van a ningún lado,
porque el rumbo perdimos piel adentro en nuestras calles.
No te atrevas, ciudad, a malgastarnos,
no pidas que me anule piel adentro,
que por ti halla piedad si nos engañas,
si la torre que elevas en verdad es del vigía
que nos cela y que nos mata, noche a noche.
Tenemos que volver a juntar manos,
a abrir los ojos, a tender la espalda en hierba
y en las nubes hallar las nuevas formas del futuro.
No se puede seguir si nadie viene,
si no nos cantan en las calles la poesía
del hombre y la mujer que, enamorados,
se alzaron para ver cómo forjar un nuevo sueño.
Con la cabeza envuelta en esta rumia,
la vida me encontró y yo le di mi fiel sonrisa,
no basta nada más que vengan todos finalmente,
y entonces arderá la libertad que nos perdemos
vuelta un camino y un hallazgo vital para pensarnos.
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15 05 14