Voyme yo de Soria a Aranda de camino,
arropado por los pinos y encinares,
con mis albarcas y bota de buen vino
para facer llevaderos mis andares.
Marcho liento, trashumante peregrino
en busca de trovadores y juglares,
de los bribones tratantes de bovino
o de arcanos facedores de cantares.
El Duero, rio que pesado va de amores
yace o va, se engrasa y silencioso pasa
y esparciendo generoso va su grasa
para orgullo de sus nuevos pobladores.
Anda y se desanda y a veces agranda
trazando en su recorrido garabatos
restos, reliquias, señuelos, arrebatos
de posadas, de mesones y de viandas.
Retazos plasmo que van de Soria a Aranda,
con retratos que de abates y pastores
y reinatos fenecidos por traidores
a causa de tantas guerras zurribandas.
¿Do quedan ya los vetustos carromatos?
¿do está el arado romano en sus labrares?
hoy las bodegas, los tinos, los lagares
de pena están reclamando su alegato.
¡Oh altas torres de las iglesías pías
abarzadas a sus fieles cigüeñales
en casa noble algún blasón, los trigales,
vestigio ya son de la memoria mía!.