Alejandrina

En nuestro encuentro

 

Éramos dos sendas bifurcadas,

venían tus manos repletas de espejismos.

Yo viajaba arrodillada

dentro de una lagrima,

con cada giro de esta noria

nos acercamos urgentes,

refractamos las miradas.

 

Fumamos el opio de las nostalgias

y en su espiral insolente

vislumbramos;

los pájaros del trigo

las hijas de la lluvia

la plata de los álamos.

Echo de tierra negra

te hice mío

en toda la extensión de la mirada,

poseíste con ansias terrenos abonados…

Fuimos semillas hambrientas

en el pico de las aves

bebiendo directamente

garúas desesperadas.

 

Mis manos, fieras antiguas,

se anidaron en tu vientre

como una loba domada,

tu aliento ígneo incinera 

sus palomas en mis senos 

cuando los potros del miedo

levantaban polvareda sobre

el andén de la tarde.

 

Alejandrina