Sueñan árboles militantes en la espesura de otra noche que corre sobre anónimas terrazas, allá acontecen escenas surreales y diálogos dignos de ser filmados sin que nos delate el brillo de la lente reticulo-mental. Hay la fe ciega, porque no quedan ojos para enjuiciar, en tantas cosas y proyectos y seres deshumanos, quienes a pesar de la ignorancia dominante, la ignominia, también la desdicha, conservan su fe vegetal, su creencia de maderas vivas o de tierra firme. ¿Quiénes nos creemos para contradecir semejante rito, o siquiera proponerles que se amolden a nuestro ideal?. Ellos son la única verdad que todavía resiste los embates del colonizador de cerebros, el macho predador siempre antes, primero, a todo o nada, cueste lo que cueste. Esos padres verdes nos dicen lo fútil de las carreras y esa ambición que nos tiene prisioneros de lo irrisorio