Su otra parte, la que cuestionó su miseria,
la que se rebeló contra ella, la que tomó conciencia
del por qué de las desigualdades de cunas,
se quedó a sembrar utopías, a penetrar en los barrios marginales
llevando como estandarte de lucha sus sueños.
Reunió pobladores salió a las calles,
trago gases lacrimógenos, plantó banderas, tejió esperanzas.
Unas veces aceptado, otras veces repudiado
porque a los que luchaban por una nueva sociedad
se les decía “comunistas ateos”;
pero, aun a pesar de ello, fue le hijo predilecto de las masas
y fue perseguido,
y en tiempos de dictadura fue un desaparecido.
Apoyado en la clandestinidad
se lo escondía tras disfraces y nombres cambiados.
Y así se internó en la montaña para desequilibrar el sistema
desde las entrañas mismas de la necesidad,
desde la consciencia de clase
de los seres más olvidados de los gobiernos
y desde ahí nació multiplicado altivo, rebelde.
Llevaba en su corazón banderas rojas de lucha
Que enarbolaban la esperanza,
y en su conciencia cual ideal
las utopías, que marcarían el camino de su accionar.
¡Y es entonces que nacicieron
el hombre y la mujer nuevos latinoamericanos!.
De piel negra, roja mestiza, con un corazón fuerte como el hierro
para la lucha para la entrega,
pero blando como el manglar para el amor a su pueblo;
fuerte como el guayacán para erigirse en sus convicciones
pero fresco como la hierba de sus campos.
Y como sus campos fecundo y bueno.
Ciudadano latinoamericano, de piel de esperanza
de alma guerrera,
¡Tú eres el que está abriendo los caminos
hasta la consecución de las utopías de los caídos
y las tuyas propias!
¡Tú eres, yo soy ellos son!
Somos miles, que avanzamos
A paso certero, a paso de gigantes
¡La nueva sociedad está abriendo sus puertas!
QUIEN NO LUCHA POR UN IDEAL
TIENE EL ESPÍRITU MUERTO.