Murialdo Chicaiza

CONDOR

Extendía sus alas y bajo él

la llanura era un milagro, se abría.

A lo lejos el trigal era miel

era un misterio el Sol cuando moría.


El frío de la cordillera hería

el cielo estaba en equilibrio inquieto

la vida fluía, en feliz porfía,

como el peso de sus alas al viento.

 

Cortaba las nubes en un resuello

tal cual un ángel de hielo, carne y muerte

de luto y de blanca aureola al cuello.

 

Desde su nido de rocas, por suerte,

está un cadáver con del fin el sello

se acerca al ser y el alma sobre él vierte.