Entonces nos bajamos protegidos de las naves
sorteando los cañones, las sequias, y la sed.
Era una tierra árida…
El mar pintaba colores con todos sus desperdicios.
Unos seres ojos de angustia corrían con sus críos
para salvar su estulticia…
La lluvia acida mojaba nuestros trajes protectores,
grandes edificios caían derruidos, sin pudores.
Una horda de animales enfilados por las calles
y sus pelajes grises, arrasaban a su paso
con todo lo raíble.
Las montañas, desperdicios de aparatos; unos negros
otros grises recubiertos de coltán.
Otros tantos arrumacos de llantas, variopintas hojalatas,
contrastaban con remedos de esparto,
y con arboles de hierro que causaban espanto.
Se encontraron las medallas de todos los generales
recibidas por las guerras; era otra montaña mas alta que el Himalaya…
En los desiertos de arena con sus ayees de crujidos,
barrenas ocres cansadas, extraían negro aceite, azul viscoso.
En un puerto de Colombia donde existía antes mar;
capa de muerte carbón, ennegrecía el horizonte y nos empañaba
La lente…
Un espécimen raro recogido de este reino
lo estamos aun estudiando:
Un humano e inocente.
Hermes
Adiezyochodemarzodedosmilcatorceenvillavicenciometacolombia.