Recorro los caminos arrastrando las cadenas
del fantasma insistente de tus besos en mi piel,
llevo a cuestas las huellas de aquellas tiernas caricias
que se arraigaron en lo más profundo de mi ser.
Cargo en mi espalda el peso de tus añejos recuerdos
en mi boca palabras selladas con tu silencio,
en el rostro llevo el roce invisible de tus dedos
y en los labios el sabor eternizado de un beso.
Y aunque nadie lo note tu imagen está tatuada
en las manos que un día vistieron tu desnudez
y en mis ojos, permanente hundida, como una daga,
está aquella mirada que no puedo desprender.
Es difícil caminar con todo este amor a cuestas
¿cómo algo tan invisible puede pesarme tanto?
y desde el pecho escondido un sollozo me contesta...
¡pesa el dolor de la ausencia que cargas en los brazos!