Raúl Daniel

La Metamorfosis del Poeta

La Metamorfosis del Poeta

 

¡Cuántas veces se pasearon las estrellas

por el iris de tus ojos...!

¡Cuántas veces las doncellas

suspiraron por el verbo de tu boca...!

 

No veías las espinas, sólo rosas,

no pasabas por abrojos...

solamente entretejías en tus labios

esos versos poderosos

que tus sueños prodigaban...

y cantabas... y cantabas...

 

Sí, cantabas a la historia imaginada

que creías se construía...

no sabías de la vida casi nada,

solamente que crecías

y esperabas... esperabas...

 

Cuando fluye por las venas...

cuando fuerte nos domina...

¡en la juventud que vibra!

esa vida que procura, lucha, brega,

grita, hace, logra, puede...

todo pasa y se cree que por siempre

se tendrá lo que se quiere;

no se mide el camino, se camina

y se pide, y se tiene, y se obtiene

más y más... y se acelera... y acelera.

 

Del colegio y de la escuela

aprendiste la historia y otras ciencias,

te impactaron pensadores  y las letras,

y escribías... poesías... y canciones.,

dominaban emociones y belleza,

en riquezas no pensabas...

ni en la fama... ni en vilezas.

 

Por los ríos navegaste a otras tierras

y trataste a otra gente que también

batieron palmas a tu arte incipiente...

y esos ojos verde-agua conociste,

que te ataron con dorados lazos, tenues,

que aceptaste... Te casaste.

 

Fue con bombos y platillos,

ella, un ángel; tú, un gallardo mozo

¡era todo tan precioso...!

los sollozos de la madre...

el ramillete de flores en el aire...

el ¡clin! de las copas... y las lujosas ropas...

parecía que la vida difería

tan... ¡tan poco con el arte...!

 

Y el tiempo transcurría entre risas y alegrías

y el negocio que empezaste...

 

Poco a poco asumiste la rutina,

el local ubicado en una esquina

a los clientes atraía y prosperabas...

te construiste una casa y adentro,

del confort, nada faltaba.

 

Lo absorbente del trabajo te alienaba,

pero hacías escapes a una quinta

donde eras feliz... (pensabas)

y los niños (que ahora tenían),

se esparcían y jugaban...

 

Sin darte cuenta, paulatinamente,

dejaste de escribir...

fue de manera inconsciente...

lo postergabas, aunque venían a tu mente

las antiguas fantasías...

los bellos pensamientos...

pero igual no lo hacías:

¡no tenías tiempo!

 

La última vez que anotaste veinte versos

(que luego no revisaste),

fue cuando nació la nena

y mucho te emocionaste...

¿dónde los habrás dejado...?

¡hasta eso olvidaste...!

 

¡Qué lindos que son los autos!,

¡qué lindo el televisor!,

¡qué lindo, todas las noches,

tener seguro al amor...!

 

¡Oh, dulce, dulce rutina

de deleites y sopor...!

siempre una buena mesa,

bebidas al por mayor,

aunque no con mucho lujo,

sentirse todo un señor

(y en toda esta algarabía

ni te acordaste de Dios).

 

Los años te sorprendieron

con arrugas y con canas

¡y también con mucha plata!,

esto atrajo a una “gata”

que “ronroneó” entre tus piernas...

(porqué no fue entre tus brazos),

el caso que esto hizo

que en sexo te pervirtieras

y así pronto conocieras

aberraciones y excesos.

 

Te volviste intolerante

y tuviste que mentir,

si se te oía reír

era de manera nerviosa,

maltratabas la familia,

valorabas más las cosas...

fue muy... pero muy lentamente

que cansaste a tu esposa.

 

No hubo ningún otro hombre

(era justo lo que no había),

más bien tu nueva manía

de tener siempre razón,

sea por la casa, el negocio

o por los hijos...

hasta que un día te dijo

que quería el divorcio...

 

Por los iris de tus ojos...

ríos de sangre navegaron los despojos,

pobres restos del naufragio de tu alma...

 

En el borde de la cama

llevas dos días llorando...

te preguntas que pasó... y cuando.

 

¡Metamorfosis... cambio...!

el afán por las riquezas

y el placer te fue matando...!

 

Chau poeta... (ex-poeta)...

tu castillo fue de naipes...

y lo arrojó por el suelo

el movimiento del aire.