Ha llovido y mañana será el mar,
pero buscadme lejos,
no hacia el sur,
no en el canto del ave disfrazado de lágrimas,
sino allí,
donde el cielo es un templo de paraguas y pamelas los árboles,
donde acaban los sueños y la luz no lo sabe,
buscadme en los olivos,
en la sal,
en lo bello.
He muerto convertido en un burgués hipodérmico,
coronado
de manzanas azules y de flores de Holanda,
culpable de vivir y con dos ángeles
cogidos a mis manos,
nada os hace pensar que esta mañana es la última
madrugada del mundo,
el sol viene
desde excelsos palacios derramando transparencias de mimbre
y es el mismo dolor el que acontece,
es la misma traición la que pretende convertir en verbenas
el sexo de los pájaros.
Puede que alguna vez nos encontremos y no sea preciso
perder toda esperanza,
puede que este lugar en que os espero sea un puerto de piratas gandules
y no acepte más náufragos,
ya me diréis entonces
de qué color se visten las fresas si no llueve.