Van los mingueros, lampilla al hombro
a shigullar las papas allá en la loma,
el dueño de la chacra con botella en mano
y cargando la alforja de coca.
Sentados sobre la pirca echan el bolo,
mientras vuela la perdiz abandonando el nido,
la nubes blancas pasan lentamente
en el azulado cielo andino.
El sol calienta a la tierra y la hace fértil,
el viento extiende el perfume de las flores,
fumarolas blancas exhalan las praderas
y en el dulce aroma a tierra húmeda me regocijo.
Don Redulfo Reyes con su caja y flauta,
arranca sus melódicas tonadas
que alienta a los mingueros
y empieza la jornada.
El huayra toma la delantera
y al son de la caja caen los lampillazos,
van y vienen, van y vienen, surco a surco
bajo el abrasador sol julcanero.
Don Evaristo, el dueño de la chacra,
va repartiendo la chicha ensoñadora,
que da valor y da fuerza a los tendones
y cual néctar milagroso endulza el alma .
Ya es hora de almorzar, todos votan el bolo,
en una esquina de la chacra, la cocinera
con las ollas humeantes, repletas
con cecina de vaca, papas y mote de trigo.
El perro mira triste esperando un descuido,
o esperando los restos, cuando todos se hayan ido.
“Salú, salú con la chicha de jora
que la chacra está de nuestra cuenta”.
Entre risas conversas y caleadas,
va quedando la tierra removida;
el cajero borracho ni sabe lo que toca,
que importa eso, si la papa ya está shiguillada.
Eugenio Sánchez