Iba y venía
cuantas veces quería,
esta alma soleada yacía vaga, sedienta
sobre los desiertos de Chan Chan
y junto a él
los más efímeros sueños
parecian eternizarse en el tiempo .
Y una voz se escuchó en el norte:
Yo soy el que sueña, el que vive,
soy aquél que en la roja playa
baila descalzo sobre la arena
y conquistó la mar
con un caballito de totora.
Esas redes de adobe
parecen resumir el tiempo,
se sienten los pasos,
se siente las danzas.
Vuelven a mí
las tertulias del Norte
aquéllas con sabor a ají y limón.
La huella está aquí
entre los frutos prohibidos del oro,
en la loca pluma del trovador,
en el vuelo majestuoso del cóndor,
en el llamado de caracol cantor,
en un hermoso crepúsculo
donde nace el ritmo, los sueños
y todo aquel legado peruano
guardado en panoplias antiguas.
Éste es el verbo
que iba y venía
y en la historia se durmió.