¡Oh, noche permanente, compañera de
mis días!
¡Oh, tinieblas perpetuas , confidentes de
mis ojos!
Aquí he venido esta mañana
a conversar, de tú a tú
con vosotras,
en representación de mis sueños
de voces entreveradas.
A preguntarles de qué color
está vestida la ilusión del invidente;
a intercambiar ideas
sobre los sonidos de los colores
en las pupilas de una madre
vacía ya de vida;
en la sonrisa de un niño hambriento
que trata de pincelar alegría
al pedir la caridad; o,
en el tacto del ciego que quiere
abarcar el mundo.
¡Oh!, amigas y enemigas de mis días
saben,
por casualidad
¿en qué segundo se detuvo la
vitalidad vidente al Creador del universo?
¿Existen tal vez ángeles sin pupilas
encargados de contagiar la ceguera?
¿Por qué en el Gólgota no crucificaron
a un redentor de los ciegos?
Ven oscuridad,
en este día nocturno para mí,
enséñame el camino más hermoso,
para trotar sobre las yemas
de mis dedos,
en busca de la flor multicolor.
Esperanza esquiva,
devoradora de ilusiones,
¡ven!,
trata de servirme de bastón,
este mediodía aún sin luz.
Publicado en mi novela «Los colores de las tinieblas», Trujillo, Perú, 1995.
Efrén Gamarra Soles