Caminaba por la cintura del sol
con un ritmo que imitaba al de los caracoles
mientras observaba los colores de su pena.
El sol le besó los pies
para apagarle la agonía
y fue cubriendo los silencios de su cuerpo
con el olor de la tierra mojada
y el sonido de un viejo bandoneón.
Caminaba por la cintura de sol.
Caminaba lento.
No miraba.
Tal vez por eso
no vio al sol curarle las heridas,
y no vio tampoco que su pena
comenzaba a desteñirse
y la pena perdió colores
hasta quedarse en blanco.
Y cuando pudo ver,
vio que los colores de su pena ya no estaban
y tomó colores nuevos
y comenzó otra historia.
Jorge Leonardo Torrez
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