Era de septiembre un caluroso día
La flora tardía de olor perfumaba
la estancia vacía que a solas penaba.
La luna asomaba, el sol se dormía,
la lluvía caia, casi bostezaba.
Del extremo oscuro sentada una silla
dormitando triste en silencio esperaba
de unas posaderas que en ella posara.
Levitando absortos y algunos dormidos
figuras insignes miran compungidos.
Preside la mesa, al centro un tintero
esperando ansioso que se alce la pluma
pero un ¡ay! traicionero ¡maldito reuma!
se eleva y recae y extinta rezuma
-atento escondido está el sepulturero-.
Por una ventana se asoma la bruma
y allí en el mismo acto se prepara el duelo,
desde las paredes gimen sin consuelo
lágrimas resbalan que llegan al suelo
y por las baldosas derraman su espuma.
Los sacros silencios de un avemaría,
perdido entre rezos que un réquiem cantaba,
alguna plegaria a lo lejos se oía.
La luz se apagaba, la melancolía,
era atardecer en Castilla y soñaba