Ví pasar a la muerte
detrás de una ventana
toda vestida de negro
en una carroza blanca.
Llevaba una niña joven
de café y con sandalias,
de aquellas que hacen votos
de humildad empobrecida
por deudos solo venian
un negro cura rezando
y en el pecho una cruz blanca
con brillo por los costados.
Cinco parientes viejos
con flores en las manos
para tributar honor
al momento de sepultarla.
Solo entraron al campo
donde descansan clavadas
unas cruces de madera
que el viento ya las volaba.
Un grajo trino dos veces
al momento de la llegada
y voló a lo alto de un roble
desde donde la miraba.
Mientras el viento curioso
salió a recibir el alma
para guiarla de noche
entre nubes ya cargadas,
de agua que sostenidas
se oponian a rociarlas.
La urna tocó fondo
y fue cubierta de flores
porque ella era una santa
y merecía honores.