La muerte se respira, tiene sabor.
Se prueba en la comida, sabe a ajo y canela,
A sangría y papa cocida.
La pruebas cuando recién te levantas con la boca aceda.
La muerte la catas en el tequila y en el agua de mar,
La observas en la luna, en el otoño y en cada transición.
Siempre estamos muriendo.
Morimos cuando hacemos el amor, cuando pintas tu casa,
Cuando no te pones más ese traje pasado de moda,
Cuando recortas tu cabello, cuando engendras y escribes,
Morimos cuando pierdes tu niñez.
Cuando duermo ¿Quién me asegura que no estoy muerto?
La muerte no es más que lo que tú quieres que sea;
Tu enemiga o tu cómplice, tu amante nocturna
O el amante de tu esposa.
La muerte es frágil, también es tierna y piadosa, para mí.
La sientes cuando regresas a casa después de un largo viaje de placer, cansado
Y sientes respirar nuevamente tu atmósfera.
Es un tren vacio, viejo, podrido, hecho reliquia.
La muerte es vanidosa, exige ritos costosos y glamurosos,
Pero ¿Qué seriamos sin ella? Por eso amo a la muerte,
Tanto que en mi vida ya le reservé su espacio para cuando ella quiera.
Será un honor recibirla en la puerta de mis pies.
Muero cuando me dejo morir.