Carlos Manuel Larrea

AnĂ¡lisis de un poema de Esteban Mario Couceyro:

La paloma

 

A través del vidrio, la ciudad late

con sus propias urgencias

personas y vehículos

mueven sus destinos.

(Aquí está el autor observando a través del vidrio de una ventana lo que pasa en la calle. Una observación prosaica, si se quiere.)

 

 

En tanto una paloma

parada en la cornisa, mira

como un suicida inminente

que calcula el salto final.

 

 

(De pronto el autor nota la presencia de ésta ave, parada en la cornisa, que le recuerda a un potencial suicida. Su forma de mirar, de calcular la altura... El lector, sin notarlo, es parte de la escena.)

 

Apuro el café

y cuidadosamente miro

quizá por última vez

la ciudad... y mi vida.

 

(Ahora sabemos que el poeta, mientras mira por la ventana, se está tomando un café. La presencia de la paloma y la evocación del suicidio lo han llevado a pensar en la muerte. De pronto comprende que ese café que se está tomando podría ser el último...)

 

Como esa paloma

parado en la cornisa

como un suicida

miro a la gente, llevar sus destinos.

 

(Ahora es el autor mismo quien reflexiona sobre su situación de observador atento, acercándose en espíritu a la posible condición espiritual de quien está a punto de echarse a volar...)

 

El vértigo, invade mi razón

y me aferro al espanto

a la fuerza de vivir

a esa paloma, que regresa.

 

(Mareado por la altura, por el filosófico pensamiento, se siente inseguro, recurre al instinto de supervivencia, materializado en esa ave que vuelve a aparecer, tranquila en su mundo.)

 

A mi lado, me mira

y los dos miramos

a la gente, abajo

cada una con su sombra.

 

(La paloma ya se ha acostumbrado a él, quien tiene la impresión de que miran lo mismo, la gente allá abajo. La observación, el detalle de la sombra que proyecta cada transeúnte nos revela el ojo de un artista, de un pintor.)

 

Arriba un cielo...

sin nubes, azul

infinito de medidas

fuera de escalas.

 

(Otra vez el ojo, la visión del pintor.)

 

La paloma me abandona

con seco ruido de alas

y yo regreso

a tomar otro café.

 

(Aquí parece uno escuchar el revolotear de las alas. El poeta se ha salvado, retorna a la realidad, va por otro café.)


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