La ciudad guarda silencio de madrugada.
Como los santos en las Iglesias.
Como mares lejanos e
inconcebibles. Forman redes sus calles
y circulan coches blancos e impolutos.
Sus colinas guardan secretos
en museos infinitos.
El hombre de hojalata sonrie
si recibe una moneda. Las barcas navegan,
las piragüas compiten, los patos nadan en círculos,
los gatos trepan murallas.
Y un AVE que no vuela
me devuelve a los brazos
de mi legítima.
Pero mis ojos no reposarán
hasta admirarte de nuevo.
Esposa y amante.
Os quiero a las dos.
Con la una al mar
Y con la otra; al cielo.
LEUGIM