Quien la viese pasar por la calle, tan seria y recatada señora,
dirá que en su vida no existe el deseo de amar y ser amada,
que sus ojos ya no brillan como antes, pero al encontrarse
con otra mirada insinuante, vuelve a encenderse la chispa
que hace años atras se quedó.
Que su piel se ha marchitado: que ya no es tersa y lozana,
pero que al simple contacto se queda con ganas
de recibir caricias que enciendan la llama que aun muy dentro
de su ser está, esperando alguien que avive ese fuego,
que no se apague, que no se olvide, que no se pierda en el desván del olvido.
Que su cuerpo aún esta vivo: que siente, que vibra,
que dentro de usted aun vive la niña, la joven,
la mujer que completa se entregó y que un dia se quedó
perdida en el afán del diario vivir,
en la entrega total que a la familia le dió.
Su cuerpo ya no es el mismo: los hijos y el tiempo cobraron su parte.
No imaginan lo que en él esconde, caricias, pasiones jamás entregadas
que el pudor detiene para no ser juzgada.