No era sólo tu ternura y tu regazo,
porque más que ternura, era enseñanza.
Hoy en la ausencia el corazón alcanza,
a medir el sentido de tu abrazo.
Me ungiste al bien con tus amorosos lazos,
en la duce promesas de tu alianza;
y prendiste en mi pecho la esperanza,
firme hasta hoyo término del plazo.
Fuíste por modo tan perfecta y buena,
que tu alma en tu blancura a recorrido,
tuvo algo de paloma y azucena.
Y al volver rumbo a Dios ligera y fuerte,
me ofreciste la clave de la vida,
en la mística aurora de la muerte...