La lagrima derramada en vano, el sufrimiento ajeno que sabes que te corresponde. Cuando estás en la punta de la cima pensando que todo va bien, es el momento más difícil para darte cuenta que nada lo está, la caída despierta las emociones que descubres al ver la realidad, el cristal de la estabilidad se ha roto, se ha dejado escapar un ruido de aquella ventana que se quedo rota, después ella comenzó a llorar, las personas te hacen sentir mal, no siempre los adultos tienen la razón, ellos a veces están equivocados, la herida que ella tiene la siento yo, se escabulle entre las calles frías esperanzada de que algo mejor pudiera suceder después de la decisión que tomo sin pensarlo más, tan solo buscaba huir, no sentir, no escuchar, no recordar mas, yo le grite desde lo alto de mi casa recordándole que podría regresar aquí conmigo, mas sin embargo yo no tenía el poder absoluto para dirigir aquello que no me correspondía a mí, tan solo la vi desvanecerse en otro mundo. He estado viendo el esfuerzo que hace por mejorar sus días distrayéndose con lo que la hace sentir bien, el “nosotros estamos” es lo mejor que ella puede tener, no hay más que necesite que le recordemos el porqué de las cosas, cuando sucede tan solo sucede no hay más que hacer, el hecho es quien está a su lado mejorando su estado de ánimo. Vamos caminando después de un día largo y yo la hago sentir bien con mis abrazos y le digo que el tiempo que hemos compartido no importa cuanto sea, si no lo que hemos estado viviendo entre nosotros, le doy seguridad con mis palabras, se que a ella le agrada, pero en mi poder no está, si por mi fuera le daría seguridad mas allá de lo que le digo, la protegeré con lo mejor de mí.