facundo valdez

¡COBARDÍA!

Un día, el amor tocó a mi puerta

y le dije: ¡pasa!

mi aposento está sombrío

revive mi esperanza inerte

en cuyo horno letál no hay una hogaza

de pan, que calme el hambre mía,

entró el amor , bello,  fulgente

por un séquito de ángeles guarnido

y terminó por fín mi noche fría

cuando un beso rosado e inocente

de ilusión extremecido

tornó mi noche y soledad en día.

Loa años pasaron y felices

jugaban los retoños que me dieras,

yó al oir el aletear de mis Chirices*

que tornaron mi estío en primavera

trabajé duro, como un pobre buey

para que nada les faltara,

ni a tí ni a mis preciosos chiquitines.

Mas es la ley,

(no siendo cosa rara)

que del mundo en sus festines

la misma cosa rutinaria hastía

y nos empuja a nuevos derroteros

 en el hogar de limpieza blasonero

la suciedad de una traición

cobarde se cernía

y sin piedad apuñaló  mi corazón...

No dije nada y el mal paso perdoné

tragándome las hieles de mi llanto,

y fué por mis hijos que calmé

los asesinos intentos, mientras tanto

mis cariños acendrados redoblé

a mis retoños los que tanto adoro.

Mas fué a tí la que la sal del lloro

de la conciencia, amada esposa

te tiene postrada en una cama

 y solo te dejó el movimiento de los ojos,

ví ajada tu belleza portentosa 

que te hiciera brillar como una dama

dejándo solo los harapos horrorosos.

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Tus hijos inocentes se desviven

por endulzar tu dolor que es tan amargo

donde demonios de conciencia viven,

quisiera odiarte y sin embargo

al ver tus ojos suplicantes que me imploran

con ellos de dolor mis ojos lloran,

y aunque por dentro de mi orgullo vano

los gusanos del odio aún me muerden

haciendo de machismo alarde

en las gotas de tu llanto se disuelven

y soporto caer hasta el abismo

de la razón que me acusa de cobarde

y en el altar que de mi amor tan terco arde

¡HUMILDE QUEMO LA VERGUENZA DE MI MISMO!