Llegó la hora del café
y te encuentro sentada,
tan lejos como una mirada,
tan intemporal como una balada.
Pasan los días, pasan las horas,
pasan las nubes como basuras del tiempo,
pasa un perro con insinuante paso lento.
Nada pasa a mi alrededor, todo es demasiado quieto.
Giras al compás de mis sentimientos,
desaparaces como la mirada de un anciano
muerto,
pueblas mis noches con singular talento,
oscureces mis días y me rosas con el viento
¡Llegará el día en que gane el desaliento!