Mírame de frente y no preguntes;
que tus ojos en los míos
hagan las preguntas pertinentes;
mirame, inquietame con la mirada.
y no digas nada, nada, nada
que solo sean tus manos
y tu adusta mirada
a las que responderá preguntas
abierta de par en par... mi alma.
Alberto Aguayo