Después de la lluvia,
las laderas lloran, se desangran,
por las quebradas recorre el agua turbia,
recorre y se pierde en la hondonada,
una mano invisible pinta un arcoíris en el horizonte.
En el ir y venir de golondrinas,
cae la tarde, sobre sombras rojas;
la semilla se hace yerba,
las piedras se alfombran de verde musgo,
el tímido capullo abre sus pétalos,
canta el zorzal al espejo del risco
y el cordero extraviado va llegando
como el hijo pródigo.
Después de la lluvia,
caen del tejado una tras otra
las ultimas gotas cristalinas;
la calma llega en el regazo dela noche
y en la cocina,
mi ponchito mojado, cuelga de una estaca.
Después de la lluvia,
sonríen las colinas y esparcen su fragancia.
En el camino, un escarabajo,
yace bocarriba con las manitos al cielo,
(murió pidiendo clemencia).
Después de la lluvia,
la humareda, con perfume a molle quemado
emerge del tejado,
mi abuelo se esconde en su choza,
y mastica coca, mirando al fogón,
mientras mi abuela prepara el cushal.
El trigo se hace polvo en el batán,
el perro se acurruca bajo el tendal
y estos versos escondidos en mi recuerdo
hoy los escribo, después de la lluvia.
Eugenio Sánchez