A través de las letras expreso mi sentir más profundo.
Un pedazo de mí existe en cada escrito.
Poco a poco me voy desmembrando pero en vez de perecer, crezco, vivo, me expando, respiro y, como el ave fénix, resucito de mis perfumadas cenizas.
Parezco una nave que navega en un horizonte amplio, subiendo y bajando a merced de las olas. Tempestades van y vienen. A veces pierdo el comando del timón, temo naufragar, pero cuando menos lo espero viene de nuevo la calma y el sol continua a brillar, con más fuerza aún, mostrando el porvenir inmenso que me espera. Navego sin tener la certeza donde irá mi barca. No me importa. Navego y me dejo llevar por el viento fuerte del norte.
Por mucho tiempo me sumergí en el silencio y aunque si sentía la tentación de expresarme a través de la mi pluma, no lo hacía. Había un misterio maldito que me bloqueaba, hasta que un día caminando por el valle, inmenso de mi existir, una lluvia temprana, fina, fresca, empapó mi seca tierra, haciéndola fértil y brotó espontáneamente la flor eterna y perfumada llamada musa.
Vivo a través de mis letras y quiero morir con la pluma en mano escribiendo poesías al viento; versos al amor; prosas a la luna; sonetos a la amistad; sonetillos al desamor; décimas a la traición; tercetos a la ausencia; cuartetas a la melancolía; liras a los sueños prohibidos; romance a la tristeza; décimas a la luna, al mar, al tramonto, al amanecer; odas a los recuerdos perdidos, lejanos, a los fantasmas del pasado; acrósticos llenos de pasión y fuerza; caligramas a la tierra que me vio nacer, a la tierra en la cual vivo, al horizonte inmenso que se me brinda generoso; coplas dedicadas a mis seres amados, a mis muertos, a mis amigos que ya no están, que viven en la eternidad sin espacio ni tiempo; égloga de amor entre pastores, entre gente que trabaja el campo, la madre tierra; dando vida a epigramas que den sabor y humor a la vida cuotidiana; himnos a la vida, al amor no correspondido, al dolor agudo del alma, a la soledad; escribir poco a poco mi vida en prosa poética que vuele lejano a mundos desconocidos; haikus de lo cotidiano y fresco que observo, tanta belleza en tan poco espacio y así poder, hacia el final de mi vida, escribir el epitafio que recuerde donde yace mi cuerpo, mi entrañable compañero de camino e indique el principio de una vida para siempre, de unos versos eternos, que desafíe y destruya el olvido y así continuar viviendo, in aeternum.