Un niño iba tranquilo
caminando serenamente
de pronto otro infante bandido
lo golpeó de repente,
y el pobre niño aturdido
con carita de inocente
le dijo al salvaje: Amigo
¿porqué me pegas tan fuerte?
y de respuesta, más castigo,
propinaron en su frente.
De pronto se oye un grito
desaforado y potente
de una madre que había visto
golpear al fruto de su vientre.
¡Vamos hijo, sé valiente!
no dejes que este mal nacido
te golpeé impunemente.
Y aquel niño ofendido
apretó puños y dientes
y atacó con saña fiera
a quien lo había agredido,
y de salvaje manera
lo dejó en el suelo tendido.
Luego orgulloso de lo que hizo
se fue con su madre
con destino a su casa,
allá en la cena charlaban
mientras la noche llegaba;
después el niño se durmió cansado
mientras la madre las puertas cerraba.
De pronto, cuando la paz reinaba,
una voz altanera toca la puerta,
hubo ofensas y gritos
de un marido que ebrio quiso
dar maltratos a su mujer,
que golpeaba por placer
arrastrándola por el suelo
mientras el pobre chicuelo
que había caído rendido
al interrumpirle su sueño
se levantó sorprendido
por aquella violencia familiar.
El pequeño al ver a su padre golpear
con furia a su progenitora,
se levantó y con voz atronadora
y a su madre le dijo
¡Vamos madre, sé valiente!
no dejes que este mal nacido
te golpee impunemente…
Y la madre recordó el incidente
de aquella tarde en la calle
y haciendo de su honor alarde
se defendió de su marido
y comenzó con su hijo
una nueva vida, sin padre.
Autor: Alejandro J. Díaz Valero
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Maracaibo, Venezuela