Darío Ernesto

Me entrego a tu juicio

 

 

Busco el alma, en tu  desnudez de brillo

Pues en ti  veo un trozo de metales 

Sin itinerario,

Rasgo mi vestidura, te entrego mi pecho

Alma cobarde, rezago de alguna

Paterna dictadura

Prosélito embarcado en tus honoríficos títulos

Ruin tu alma, fue tallada,

Cargando la bolsa, que tus ignorantes predecesores

Ni con un suspiro  emprendieron

Pues en tus ojos sus frustraciones proyectaron,

Aquí en mi humilde rincón agazapado espero la muerte

Cazador de mentiras y engaños,

A ti que allí todavía  te asemejas a un satélite de mi  poema

Cobarde, enemigo,

Abuso de poder, tomando en adulterios

La mujer de tu prójimo,

Todo vuelve en tu descendencia, en tu prole

Cegaras la triste hija en adulterios

Cae la noche y el hacha sobre tus maldades y afanes

Dime que me odias, o que me amas

Frio o caliente palpita

Soy tu blanco perfecto

Para que hagas leña, del árbol de verdades caído

Vuélvase la tempestad, sobre los mezquinos hombres

Yo soy un anónimo ser poco ilustre

Sin premios Novel, sin elixires, sin académicos trofeos

El clemente oriundo de tus reflexiones

Antes de morir la misma vida de respiro

Lánzame una flecha de crítica, de frente

Pues  cobarde es tu  juicio a mis espaldas

Dime  ahora que te oigo

Que la poesía es pura vanidad y endecha

Vuelve a tu rostro en los espejos de amarillentas hojas

De este libro de la vida,

Que somos tú y yo

Seres errantes, ilusos, enmascarando

Puras soledades,

Ecos de voces que perecieron

Cuando  un día de esos

Te condenaron

Profiriendo, que sin estudio no eres nada.

Darío Ernesto Muñoz Sosa

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