Dionisia contemplaba ese cuerpo
sopesando su fortaleza
en las artes del amor era perfecto
y también lo eran sus letras
y esa forma de dormir tan descuidada delataba la pureza
de esos versos que el le hiciera
realzando su belleza.
La mañana se acercaba lentamente
la mañana siempre incierta
y esa guerra que llamaba
a los hijos de esta tierra
a los pobres
los humildes
los poetas.
Pronto habría de partir
y ella sola quedaría sin respuestas
solo ecos
de esta fiesta.
Levantose sin esfuerzo de la cama
aún teniendo la certeza
de que nunca habría uno como el
este ángel del placer
tan fugaz como una bala.
Puso agua en la tetera
encendió la chimenea
y miró por la ventana.
Era invierno allá afuera
pero ella
se sentía en primavera.